... A medio camino ...

13/4/10

Apuntes del subsuelo por Fedor Dostoïevski



Soy un hombre enfermo, soy un hombre despechado, soy un hombre antipatico. Sin embargo, no sé nada de mi dolencia, ni sé a ciencia cierta de que padezco. No estoy en tratamiento y nunca lo he estado. No solo no puedo volverme malévolo, sino que no puedo volverme otra cosa: ni malévolo ni benévolo, ni canalla ni hombre honrado, ni héroe ni insecto. Ahora sobrevivo en mi rincon. Pero en fin, de que puede hablar un hombre de mi condicion con la mayor satisfaccion? Respuesta: De si mismo. Les diré con toda solemnidad que intenté muchas veces en cambiarme en insecto. Pero aun en eso tuve mala suerte. Les juro, senyores, que tener una conciencia sobradamente sensible, es una enfermedad, una verdadera y auténtica enfermedad. Para la vida comun y corriente, basta y sobra con una conciencia ordinaria, osea, con la mitad o la cuarta parte que le ha tocado al hombre culto de nuestro malhadado siglo XXI; Pues bien, a esa llana conciencia, a ese hombre sencillo, lo tengo yo como hombre auténtico, normal, tal y como hubiera querido verle su tierna madre, la Naturaleza, cuando amorosamente lo trajo a la tierra. A ese hombre lo envidio yo con toda la fuerza de mi corazon bilioso. Es estupido, no lo niego, pero vaya usted a saber, quiza el hombre normal deba ser estupido. Quiza hasta sea hermoso ser estupido. Y estoy tanto mas convencido de esta, como diria yo? Sospecha, cuanto que si tomamos por ejemplo, la antitesis del hombre normal, esto es el hombre de aguda sensibilidad, quien por supuesto, no ha salido del regazo de la naturaleza, sino de una probeta, este hombre-probeta se rinde a veces tan completamente ante su antitesis que a pesar de su extremada sensibilidad, se considerara a si mismo como un raton y no como un hombre. Un raton de aguda sensibilidad, pero un raton al fin y al cabo. El infeliz raton ademas de la ruindad original ha conseguido ya amontonar, a su alrededor, en forma de dudas y preguntas, un gran acopio de ruindades: ha rodeado cada cuestion de tantas cuestiones insolubles que a formado sin querer en torno a ella un charco fatidico, una ciénaga nauseabunda compuesta de todas sus dudas y emociones, y por ultimo de los escupitajos, que lo cubren de pies a cabeza, los sencillos hombres de accion, quienes en calidad de jueces e inquisidores le rodean solemnemente y se rien de el a carcajadas. Seguiré hablando tranquilamente de los fuertes de nervios que no comprenden ciertos refinamientos, hablaré pues de la indole genuina del ser humano. Esta indole radica en la voluntad de este, en su soberano libre albedrio y en el afan de ejercerlo, aun cuando tal ejercicio vaya en contra de la razon y de su ventaja personal. Porque «la ventaja mas ventajosa» del hombre es hacer lo que le da la real gana, aun a sabiendas de que lo que hace puede ir en contra de su propio interés, incluso a veces… es absolutamente imperativo que lo haga!

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